El horrible dragon. La bella princesa. El valiente príncipe.

Os contaré un cuento tan real como la vida misma y tan cuento como cualquier otro a su vez.
Erase una vez una princesa que vivía en una torre, custodiada por un gran dragón negro. El drago no dejaba que la princesa saliera pero tampoco dejaba que nada ni nadie que pudiera dañarla la encontrata.
Un día, el oscuro moustro pensando que la princesa se encontraba a salvo en su torre decidió descansar un minuto.
El minuto se alargo por la eternidad pues una espada fue clavada en su corazón. El responsable fue un príncipe, vestido de azul de pies a cabeza, impecable, sin una armadura que lo cubriera. Este, orgulloso por su hazaña, irrumpió en la torre de la princesa y sin preguntarle siquiera se la llevó consigo a su castillo. Pronto la hizo su reina, también sin preguntar la si quería ser lo. Él era su héroe era su deber corresponderle.  Pero, la princesa, ahora reína, sentía un profundo dolor en el pecho. Tan profundo como se clavó la espada en el corazón del dragon. Pues, después de pasar tantos años con él, después de haberla protegido día y noche para que nada ni nadie la dañara, ella lo amaba como a si misma. En cambio, el príncipe, ahora rey, no se molestó en preguntar la si se encontraba bien. No se molestó en amarla y protegerla como aquel negro dragón.
Pronto la ahora reina se fue consumiendo a si misma en su nuevo castillo. Rodeada de joyas y vestidos caros pero desprovista de amor. El amor que el dragón la procesaba y que ,el ahora rey, ni siquiera conocía.
Así, ella descubrió que no importa que tengas un aspecto fiero y oscuro o elegante e impoluto. Se dio cuenta que lo único que importaba era el corazón.

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